EFECTO MENTAL: Riñas en el fútbol mexicano

Psic. Mónica Arellano – Vértice Alto Rendimiento

Recientemente, vivimos 2 finales mexicanas en este 2021: la de la LIGA MX, donde se enfrentaron Santos vs Cruz Azul y la final de la Liga de Naciones, con Estados Unidos vs México. En ambas finales tuvimos goles, intensidad, inteligencia, motivación a tope, fluctuaciones en la confianza, creaciones maravillosas por parte de los jugadores, decisiones arbitrales “dudosas” y, lamentablemente, también hubo riñas.

La definición de antideportivo es la siguiente: “que no se ajusta a las normas de corrección y juego limpio que deben respetarse en la práctica de los deportes”. El juego limpio, el saber perder y aceptar ser superado por el rival (al menos en el encuentro que se disputa), es algo que muchas veces le cuesta al futbolista mexicano. Se entiende la pasión que se desborda dentro de la cancha, de hecho, le agradecemos a los atletas que vivan este bello deporte tan intensamente, que nos regalen hasta la última gota de sudor y a veces incluso derramen sangre (de manera literal y figurada) por los colores de la camiseta que visten, sea de una ciudad o de nuestro gran país, pero todo esto podría estar encausado de mejor manera. Lo que nunca deberían olvidar, es que además de representar al escudo que visten (lo cual ya es bastante importante), también son observados, admirados e imitados por los niños, jóvenes y adultos mexicanos. Y entonces está “bien” si durante el recreo de la escuela, los niños se empujan cuando se frustran; es “normal” si en un partido dominguero entre adultos, se arma una trifulca por desacuerdos. Así es como vamos normalizando situaciones, hasta que la violencia se convierte en el pan de cada día, hasta que la persona que sabe expresar sus sentimientos a través de palabras se considera “rara”. Maradona dijo que él nunca quiso ser un ejemplo y, sin embargo, muchos lo seguían.

La autogestión emocional es valiosísima para cualquier deportista de alto rendimiento y en ocasiones no recibe la importancia que le corresponde. Un claro (y común) ejemplo de cuándo sería útil la autogestión es el siguiente: si vas perdiendo un encuentro, queda poco tiempo y mucha de tu energía ha sido utilizada, ¿por qué dirigirías energía en una riña que además de cansarte físicamente, también mermaría tu capacidad mental, en lugar de racionar estratégicamente estos esfuerzos para acercarte a tus objetivos? Aunque ya no quede mucho tiempo en el reloj y parezca imposible ganar el encuentro, si mantenemos esta gestión, también será más sencillo analizar las sensaciones y pensamientos que experimentamos durante el encuentro, cuando el partido haya terminado y sea necesario hacer un autoanálisis para continuar aumentando nuestro rendimiento. Hace falta bastante trabajo en esta área que facilitará la concentración, motivación, confianza, entre muchas otras variables psicológicas de rendimiento deportivo. Recordemos que la psicología del deporte no es para los que están “mal”, sino para los que quieren estar mejor.

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