Por Marco Antonio Domínguez Niebla / AGP Deportes
No sé si les pase igual. Yo prefiero no ver ni noticieros ni resúmenes, nada que me lleve a recordar lo sucedido sobre cancha en la que ha perdido mi equipo. Es una especie de luto, un caparazón frente a la desdicha.
El miércoles, día que la liga reprogramó el encuentro pendiente, coincidió con la salida que le prometí a mi hijo Marco. Él es cinéfilo y rechaza todo lo que tenga que ver con deporte. Así que adiós partido, y venga la visita a las salas de cine donde nos detuvimos a revisar las posibilidades en cartelera.
Entre tanto yo miraba en mi celular la aplicación Liga MX. “Ya mero empieza”, calculé. Él quería ver lo nuevo de Del Toro, pero había que esperar un par de horas para la siguiente proyección. Lo único que coincidía con nuestro horario era una cinta con Jennifer López, Owen Wilson y Maluma (por favor guárdenme el secreto y no compartan, con nadie que no lea este texto, que me metí a ver eso).
La trama, si eso puede llamarse de alguna manera, giraba en torno a una estrella del pop –Jlo obviamente- que está a punto de interpretar junto a su prometido, Maluma (disculpen de nuevo y guárdenme el secreto), una canción llamada Cásate Conmigo -mismo nombre de la cinta-, a manera de preámbulo para contraer nupcias en pleno escenario, con sus fans como testigos.
Apenas transcurrían los primeros minutos de la película, y para entonces también habían transcurrido los primeros minutos del juego de mi equipo. La aplicación me lo confirmó, trayendo consigo una mala nueva: minuto 10, Mazatlán 1-0 América.
Por mi cabeza pasaron un montón de cosas (¿les sucede a ustedes así cuando se pierden el partido de su equipo?): ¿estarán jugando tan mal como contra San Luis en el Azteca?, ¿estarían dominando y el débil Mazatlán tuvo un golpe de suerte reflejado en el marcador?, ¿lo de Torreón fue un espejismo y de verdad se le está cayendo el equipo a Solari, más cerca del fondo que del lugar en el que se había sostenido desde que llegó a México?
Cuando volví la vista a la pantalla Jlo ya lloraba por el engaño del prometido, grabado en situación comprometedora con su asistente y cortándolo ella en el instante para pedirle a un señor, un aburrido maestro de matemáticas que se encontraba entre el público (Owen Wilson), que se casara con ella ahí mismo, ante la multitud. Y él, así nomás, decía que sí. ¿Qué hago viendo esto?, pensé, sin saber bien a bien cómo iban las cosas con mi equipo.
Intenté seguir el estreno palomero con la mejor de las actitudes, pero a los escasos minutos, las cinco y treintaisiete para ser exacto, mi hermano Francisco, el americanista, me evitó el trámite de consultar la aplicación de nueva cuenta: “Pinche América, está en la calle, 2-0 perdiendo… ¡con el Mazatlán!”.
Entre lo que aparecía en la gran pantalla y lo que aparecía la pantalla de mi celular, sentí como si la butaca me apresara. Pero bien dicen que la sangre llama y Marco, mi hijo y tocayo, me rescató media hora después: ¡Vámonos, pá, ya me aburrí! Bendito seas, hijo mío, murmuré.
Salimos de la sala aprisa, para alejarnos lo más pronto posible de eso que entramos a ver, y nos fuimos a comer. Proceso de negación activado, es decir, no quiero ver nada hasta que el juego haya acabado, como si con eso el destino conspirara a favor del equipo por el que uno siente todas esas pasiones inexplicables.
Consumiendo los alimentos, no pude más y revisé la aplicación casi de reojo, 2-1 decía, en el décimo minuto de agregado, y enseguida me conecté a la transmisión de Azteca. En efecto, el juego seguía en medio de un caos dentro del área local, con las Águilas acechantes en pos del empate (según decían los cronistas de antes).
Pude seguir mirando el desenlace, pero las tramas cuando son inconsistentes y vienen mal estructuradas desde el inicio, resultan tan predecibles.
Y si estaba seguro que la estrella del pop jamás se reconciliaría con su colega infiel para quedarse con el noble maestro de escuela, ¿por qué habría de quedarme a ver el final?
Igualito me está pasando con mi equipo. Y sigo sin ver noticieros ni resúmenes, nada de lo que sucedió en Mazatlán.