Manuel Zepeda
X: @MZepeda77
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Vivimos un presente donde ser un “romántico del deporte” es algo rarísimo. Pensar que basta solo la historia para que la costumbre o tradición prevalezca, no cabe en una etapa donde ser progresivo y moderno es indispensable.
Eso sucedió en la ciudad de Oakland, California, que en menos de cinco años se quedó sin franquicias apodadas “Big Leaguers”. Primero se fueron los Warriors en 2019, cambiándose a San Francisco. Inmediatamente después, los Raiders con rumbo a Las Vegas, Nevada. Y ahora, los Athletics que también se van a la “Capital del Juego”, pero permanecerán temporalmente en Sacramento por tres temporadas.
Pocos se acuerdan que esta ciudad tuvo franquicias de las cinco ligas más importantes de Estados Unidos. Podría decirse que contaron con cuatro activos al mismo tiempo. Tiempos aquellos donde Oakland era una ciudad de moda y los inversionistas deportivos tenían curiosidad por probar suerte. De cierta manera, la “Raidermanía” de los años 60 atrajo a estos otros proyectos.
Antes de que llegaran los Athletics en 1968, Oakland fue premiada un año antes con un equipo de expansión en el hockey profesional de la NHL: los California Seals. De hecho, llegó a la par con Los Angeles Kings. Sin embargo, la mala administración, malos resultados en el hielo y baja asistencia en las gradas, orillaron a que se mudaran a Cleveland, Ohio en 1976. Hoy este equipo es ni más ni menos que los Dallas Stars, campeones de la Stanley Cup en 1999.
Ante del surgimiento de la MLS, el fútbol soccer profesional estadounidense tuvo en la NASL a su mejor carta. Ahí jugaron dos equipos por la ciudad en etapas separadas.
Primero, los Oakland Clippers en 1968. Esta franquicia que fue administrada por Joseph O’Neill y H.T. Hilliard se caracterizó por sus extraordinarias relaciones internacionales, llevando a la plaza amistosos internacionales contra sinodales europeos como Dynamo Kiev (URSS/Ucrania) o Fiorentina (Italia). Estos Clippers dejaron de operar al año siguiente por pérdidas monetarias y su mala relación con la Liga.
El segundo intento en la NASL fue Oakland Stompers en 1978, cuando el empresario Milan Mandarić mudó a los Connecticut Bicentennials a esta ciudad. Con excepción del clásico contra San José Earthquakes, los demás juegos registraron un promedio de 7,000 aficionados por cada uno. Para un escenario de 50,000 como el Coliseo de Oakland-Alameda, esto no era éxito y el equipo se fue a Edmonton al año siguiente. Mandaric fue después un controvertido inversionista del balompié inglés.
Fue así que, por muchos años, los habitantes de Oakland tuvieron a los Raiders, Athletics y Warriors como sus consentidos. No necesitaban más. Para ser felices y celebrar campeonatos, suficientes fueron las actuaciones de leyendas como Gene Upshaw, Tim Brown, Ken Stabler, Charles Woodson o George Blanda con los “Malosos”.
Lo mismo se puede decir de Rickey Henderson, Dave Stewart, Dennis Eckersley, Reggie Jackson o Rollie Fingers con los “Elefantes Grises”. O lo que en la duela dejaron Chris Mullin, Tim Hardaway, Klay Thompson, Rick Barry o lo que sigue haciendo Stephen Curry con la “Dub Nation”.
Es increíble.
Oakland tuvo todo el deporte profesional que quiso, no se puede quejar.
Pero se estancó, jamás pensó en el futuro.
Ahora es otra ciudad “pequeña” que se queda sin equipo “grande”.
Ni modo. Del romanticismo, ya no se vive.