Triple H no se pudo retirar como deseaba, un paro cardíaco forzó los planes de su último combate, pero su reconocimiento en la lucha libre sigue intacto. Pasó de ser uno de los atletas más condecorados del negocio a convertirse en el responsable de producir las historias que se emiten en la WWE. Tal como en sus viejas glorias, el público no ha dejado de alentar.
El autoproclamado Rey de Reyes siempre estuvo acostumbrado a recibir los reflectores principales. No cualquiera es capaz de capturar 14 campeonatos mundiales. Tampoco, de fungir como la pieza estelar del deporte por más de tres décadas seguidas. Tan grande es su figura que Motörhead, la mítica banda de heavy metal, compuso sus acompañamientos musicales hacia el ring.
Era una estrella y WWE lo dio todo para que luciera como tal. Se comprometió con Stephanie McMahon, la hija del mandamás más recordado de la industria; sin embargo, acalló las críticas. Batalló a más no poder con el ego, demostró su letalidad sobre el cuadrilátero y a través del micrófono. Instituyó un personaje que se respaldaba por sí solo.
En la década del 2010, afrontó el declive natural del gladiador. Sus épocas doradas habían pasado, era su turno de cerrar el telón de la forma más digna posible. Procuró retornar al cuadrilátero en festejos especiales. Estableció postales nostálgicas al medirse a otros veteranos. The Undertaker, Batista, Randy Orton, Sting y Kurt Angle, todos pasaron por él.
Incluso, cedió el paso a la siguiente generación de competidores de la empresa. El simple hecho de enfrentarlo ayudaba a que los fanáticos enfocaran su mirada hacia los prospectos. Pese a cargar con la derrota, impulsó a luchadores de la talla de Roman Reigns, Daniel Bryan, Seth Rollins y Ronda Rousey que hoy brillan con luz propia. Bajo ese mismo objetivo, prosiguió con su encomienda.
Dado que luchaba esporádicamente, WWE lo estableció como un vínculo entre la directiva y el talento. Detrás de cámaras, reanudó su alianza con Shawn Michaels, junto al que deslumbró al mundo en el equipo denominado DX. Ambos se hicieron cargo de la producción de NXT, show mediante el que presentarían a los próximos portentos de la compañía.
Ya no era su tiempo de interpretar, debía forjar los cimientos del futuro. Entonces, contactó a los mejores agentes libres del mundo. Volteó hacia México, reclutó a los mexicanos Andrade, Ángel Garza, Humberto Carrillo y Santos Escobar. Estructuró un show impecable en el que la acción dentro de los encordados predominaba por encima del resto. Se tomó las cosas en serio.
Mientras WWE apostaba por el entretenimiento como su mecanismo esencial en televisión, Triple H fincaba a la seriedad y la violencia como sus puntos cardinales. Tenía en claro, mejor que nadie, que el respeto por la disciplina es incomparable. El panorama lucía prometedor, hasta que sufrió un ataque al corazón a finales de 2021. Abandonó su puesto de manera inmediata.
Sin su dirección, la corporación despidió a luchadores que consideraba pilares en su trazado. Sólo quedaban cenizas de lo que una vez fue un imperio. Shawn Michaels lo intentó, mas no logró salvarlo. En su lugar, relanzó el concepto para privilegiar a los canteranos; aquellos que no llegaban con experiencia de otro sitio, ya que fueron formados bajo las reglas de casa.
El escándalo de Vince McMahon modificó todo el esquema. Ante la polémica salida del eterno jefe, Triple H se recuperó y volvió en escena como protagonista. Dejó a Michaels en el timón de NXT. Adquirió el poder absoluto como creativo: ahora produce RAW y SmackDown, las funciones semanales más importantes de la WWE que moderaba McMahon.
Busca plasmar su sello en cada historia, segmento y contienda. Recontrató a algunos de los gladiadores que habían perdido su trabajo, le devolvió el prestigio a cinturones que parecían olvidados, continúa con la pauta de elevar a sus diamantes en bruto. Tony Khan, propietario de la promoción rival All Elite Wrestling, reconoció la mejoría.
Comenzó una nueva era, la de Triple H. No consiguió despedirse de sus fanáticos como lo añoraba, aunque seguirá de lleno en el deporte-espectáculo desde un asiento diferente. Sabe cómo escuchar y complacer al mercado. Cumple con el lema que inmortalizó su carrera: Es consciente de que ostenta el control del juego y es su momento de jugar.