Un par de días antes de ganar en Wimbledon el 22do de sus 23 títulos de Grand Slam, en 2016, se le preguntó qué pensaba cuando la gente decía que era una de las mejores deportistas de la historia.
Serena Williams respondió que prefería ser considerada “una de las más grandes, hombres y mujeres, de todos los tiempos”.
Esa respuesta dijo mucho, sobre tu talento único con una raqueta en sus manos, su condición de ícono, su disposición a defender sus ideas y su postura de que no hay que hacer distinciones entre el deporte masculino y el femenino.
Todo esto vino a la mente el martes, cuando, a pocos días del inicio del US Open (el 29 de agosto) y de cumplir 41 años (el mes que viene), Williams indicó que se prepara para dejar el tenis.
Ganó más títulos grandes que nadie, hombre o mujer, en la era profesional, que comenzó en 1968. Más que Steffi Graf y Rafael Nadal (ambos con 22 Grand Slams), más que Novak Djokovic (21), que Roger Federer (20) y que Chris Evert y Martina Navratilova (18). Sumó en total 73 títulos del tour de la WTA y fue la primera de la clasificación mundial un total de seis años. Junto con su hermana Venus, se alzaron con 14 títulos de Grand Slam en dobles. También tiene cuatro medallas olímpicas de oro.
Las estadísticas, no obstante, no reflejan todo lo que significó una carrera que comenzó de adolescente en la década de 1990 y que sorprende no solo por sus éxitos sino también por su longevidad. De hecho, conquistó 10 Grand Slams después de cumplir 30 años.
“Duró más que la gran mayoría, si no todas, las tenistas profesionales. Trascendió el tenis y fue líder de muchas causas culturales, sociales y de género. Hizo una vida extraordinaria”, declaró Evert en un mensaje a The Associated Press.
Efectivamente, lo que hizo Williams afuera de las canchas es igualmente notable y rebasa los millones de dólares que ganó en torneos y publicidad, sus coqueteos con la actuación, su interés en la moda y su tendencia a lucir atuendos originales; su celebridad y su papel en la cultura pop y, más recientemente, sus inversiones (“El 78% de nuestras inversiones abarcan empresas fundadas por mujeres y personas de color, porque eso es lo que somos”, declaró Williams).
“Hay que tomar en cuenta todo lo que aportó Serena a nuestro deporte y lo que hizo dentro y fuera de las canchas”, expresó Steve Simon, el presidente de la Asociación del Tenis Femenino (WTA). “Es una de nuestras grandes campeonas, una empresaria, madre, invierte en empresas de mujeres y es un ejemplo para las mujeres y niñas de todo el mundo”.
Williams ha hablado mucho de lo que significa ser una mujer de raza negra en el tenis. Fue la primera afroestadounidense que ganó un torneo de Grand Slam desde que Althea Gibson lo hizo en los años 50 y lo hizo en su país. No compitió en un torneo en California por años porque ella y su padre escucharon insultos de tono racista. Habló de lo que representa ser una mujer en el mundo del tenis, que lidia con la complicaciones de un parto, que es madre (su hija Olympic cumple cinco años el 1ro de septiembre y ella dice que quiere darle un hermanito).
Ella y Venus ayudaron a ampliar la popularidad del tenis y a incorporar otros sectores (Coco Gauff, una afroamericana de 18 años que fue finalista en el Abierto de Francia en mayo, dijo el martes que juega al tenis, “un deporte predominantemente blanco”, porque vio “a alguien como yo que dominaba el deporte”).
“No me gusta pensar en mi legado. Me preguntan mucho sobre eso y nunca sé bien qué decir”, escribió Williams en un artículo difundido el martes por la revista Vogue. “Pero quisiera pensar que, gracias a las oportunidades que tuve, las deportistas sienten que pueden ser ellas mismas en la cancha. Pueden jugar en forma agresiva y festejar con el puño cerrado. Pueden ser fuertes y hermosas al mismo tiempo. Pueden lucir lo que quieran y decir lo que quieran, llevarse el mundo por delante y sentirse orgullosas de todo esto”.
Seguramente hay momentos de los que no se enorgullece. Discusiones con los árbitros que le costaron un punto o un game en partidos que perdió ante Naomi Osaka y Kim Clijsters en el US Open. Tal vez el tipo de episodios a los que aludió en su artículo cuando dijo: “Cometí muchos errores en mi carrera. Los errores dejan enseñanzas y atesoro esos momentos. Disto mucho de ser perfecta, pero me han criticado mucho y quisiera pensar que pasé momentos duros como tenista profesional para que a la próxima generación las cosas les sean más fáciles”.
Su saque era fenomenal, lo mismo que los potentes tiros que ella y Venus — su rival en nueve finales de torneos de Grand Slam — popularizaron en el circuito. Contó asimismo con una fuerza de voluntad impresionante y un enorme deseo de ganar siempre, incluso cuando del otro lado de la red estaba su hermana mayor, cuando se jugaba un punto o cuando daba una entrevista.
“Quiero ser grande, perfecta”, dijo Williams. “Se que la perfección no existe, pero, fuera cual fuere mi nivel de perfección, jamás me detuve hasta que las cosas me salieron bien”.
En el tenis, desde ya, y mucho más allá.