San Lorenzo sacó músculo ante un Boca

San Lorenzo sacó músculo ante un Boca

El “Gallego” Rubén Insua, tan sobrio y cauto, se dejó llevar por la alegría. Ni bien terminó el partido, con uno de esos triunfos sufridos que hacen a la identidad de su San Lorenzo, se dio vuelta para levantar los brazos y compartirlo con alguien en la tribuna. El Nuevo Gasómetro bramaba, celebraba un triunfo por 1-0 ante un Boca al que le recordaba que lo tiene “de hijo”.

Insua ya hizo algo más que juntar los cabos sueltos que era San Lorenzo. Lo dotó de convicción y fortaleza. Es un equipo que actúa como una unidad, codo a codo, solidario. Antes de que empezara el torneo, no muchos apostaban a que levantara la cabeza por encima de la medianía general, pero se afirma como perseguidor de River.

Jorge Almirón, con 48 horas de convivencia con el nuevo plantel, todavía no pudo rescatar a Boca de la desorientación que arrastra. “Hubo demasiado nervio, queda mucho por trabajar y mejorar”, se sinceró el entrenador debutante, al que se le acumulan más urgencias que el tiempo que dispone para solucionarlas.

Con más de un tercio de la Liga Profesional transitada, los estados de ánimo marcan tendencia, lo precedente empuja o paraliza a cada equipo según cómo le vaya en la feria. San Lorenzo vuelve a sentirse grande, como el enorme telón que cubrió gran parte de la platea Sur para recibirlo. Las imágenes del Papa Francisco y del padre Lorenzo Massa le devuelven un sentido místico. Los dos cuervos representan a este equipo que muestra garras para pelear cada partido y quedarse con varios de ellos.

A San Lorenzo lo atraviesa un estado anímico positivo, en expansión. Boca va por la vereda de enfrente, flojo de autoestima, sin creerse todo de lo que es capaz. Unas sensaciones que no se modifican con un nuevo sistema táctico, como el que dispuso Almirón, con tres zagueros centrales, más Advíncula y Sandez de carrileros. Un 5-2-3, que se descomponía en un 3-4-3 a la hora de la presión alta o de ocupar el campo rival. Otro esquema para apellidos que vienen siendo habituales, salvo la permanencia de Valentini.

Boca pagó su tibio arranque con una rápida desventaja. Valdez cayó fulminado por una lesión y a Leguizamón le quedó el camino despejado para correr y enviar un centro que se desvió en Pol Fernández para el gol en contra. San Lorenzo en estado de gracia, sostenido desde afuera por una multitud de hinchas que alientan y se ilusionan como hace rato no ocurría. Dentro de la cancha, un equipo voluntarioso, que le pone el cuerpo a cada pelota, en el que nadie dejar de correr. Un esfuerzo colectivo del que nadie se excluye.

De a poco, Boca tomó el hilo del partido, bajo la premisa de Almirón de tener la pelota para generar superioridad. Una idea muy embrionaria por ahora, imposible de instalar con convencimiento y variantes en apenas un par de prácticas. Le faltaron entendimiento y precisión. También algún golpe de riñón, esa fuerza extra que sale desde adentro.

San Lorenzo se complicaba con la “Roca” Sánchez en el centro de la línea de tres zagueros. Flojo en la marca y un peligro con la pelota el colombiano. Las posibilidades de Boca, en los pies de Langoni y Benedetto, pasaron por los desajustes de Sánchez.

San Lorenzo está para sacar buenos resultados y derrochar energía. No le interesa tanto la elaboración ni el tejer el juego. Repetidamente sale desde atrás con pelotazos de 60 metros para Vombergar y Bareiro. No confía tanto en el pase prolijo de Elías desde el círculo central y cuenta con el “Perrito” Barrios como un constante agitador. De 1,56m de estatura, Barrios es un petardo con la pelota. Atrevido, gambeteador, guapísimo más allá de su contextura física. Insua le encontró una nueva ubicación, por delante de Elías, como un volante ofensivo. Lo que le falta de interpretación del juego en una posición que exige criterio, lo suple con una explosividad que enloquece a los rivales. Casi todos los jugadores de Boca que fueron a quitarle el balón le terminaron cometiendo foul. En cuanto se escabullía con la pelota, recibía una patada. De alguna manera es la bandera de este San Lorenzo porque está para lo que toque: para animarse con la pelota y también para sacrificarse. El Nuevo Gasómetro se vino abajo para ovacionarlo cuando fue reemplazado en el descuento.

El partido se fue calentando, saltaban chipas que amenazaban con incendiarlo. Mucho roce y pierna fuerte. Se acumularon los foules y Tello llevó repetidamente la mano a su bolsillo para amonestar. También mostró una roja a Sández, que rectificó por una amarilla luego de una revisión en el VAR por una patada desde atrás a Giay que no impactó de lleno.

Insúa no quiso correr más riesgos y mandó a la “Roca” Sánchez al medio con el ingreso de Campi en la zaga. Y recortó presencia ofensiva con la salida de Bareiro. San Lorenzo se replegó, especuló con el contraataque. Almirón quiso cubrirse con el reemplazo del amonestado Sandez, pero la recurrencia de Boca en sufrir expulsados llegó por el lado de Figal. Boca se quedaba con uno menos para buscar el empate con poco más de media hora por delante.

San Lorenzo no se defendió con la pelota, no está en su estilo esa faceta. Prefiere el repliegue y el contraataque. Boca fue con empeño, pero le faltó alguna individualidad determinante, que se pusiera el equipo al hombro, más allá de los intentos de Villa. Merentiel y Briasco entraron por los intrascendentes Benedetto y Langoni.

De tan metido en su área, San Lorenzo terminó sufriendo pelotas en los palos y dependiendo de la seguridad de Batalla, también relamiéndose con el 2-0 en algún contraataque. Sacó músculo ante este Boca de bajas calorías y mente dispersa.

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