Por unos milímetros, el remate de Dante no entró del todo en la portería del París Saint Germain en el segundo tiempo, después de una volea que golpeó en el larguero, en el poste, adquirió un efecto extraño y finalmente tocó de nuevo en el palo para dejar todo como estaba en el marcador, con el 0-1 de Lionel Messi en el minuto 26, agrandado por el 0-2 de Sergio Ramos en el 75, y con las asombrosas y decisivas paradas de Donnarumma entre uno y otro momento con las que rearmó su liderato de la Ligue 1.
Nada convincente, con una victoria basada en un inicio de partido dominador, con el oportuno gol de Messi, con el tranquilizador tanto del central español y sostenido, sobre todo, por las intervenciones de un guardameta siempre bajo la duda, pero este sábado irrebatible e indispensable, sumó tres puntos tan necesarios para aguantar con calma tensa la primera posición que le ha pertenecido desde el principio, pero que, de pronto, parece incierta, por la amenaza del Lens, a seis puntos.
En ese sentido, la victoria tiene un valor incalculable. En otras perspectivas, no hace más que ocultar todo el enredo constante que es el PSG, en el que todo parece un lío.
La crítica de Mbappe al vídeo de promoción de su propio club, la fecha de caducidad marcada para el entrenador Christophe Galtier, la agitación de dos derrotas consecutivas en el Parque de los Príncipes, el decepcionante juego, el futuro de Lionel Messi…
Con sus pitos, su renovación (o no), su destino en el Barcelona, en París o en Miami de fondo, el atacante argentino contestó con lo más definitivo de todo en el fútbol, con el gol que abrió la victoria en Niza, donde a su equipo le bastó con jugar un rato al principio para salir vencedor, con el impulso que supuso el gol de Messi en el Allianz Riviera. Son ya diecinueve tantos y diecisiete asistencias del ’10’ en esta temporada a nivel de clubes.
A los dos minutos ya había lanzado un tiro. A los 26 remachó con la izquierda, en medio del área, el segundo centro de Nuno Mendes para recalcar en el marcador lo que pasaba entonces (no sucedió igual después) sobre el terreno, con toda la posesión y el dominio del PSG contra un oponente refugiado en su territorio, pendiente de un contragolpe. Después desapareció. Como todo su equipo. Menos Donnarumma.
La salida del PSG fue en serio. Otra situación diferente fue el resto del encuentro. Desde el 0-1 en adelante. En el bullicio de cada tropiezo, aún más de los despropósitos en casa contra el Rennes y el Lyon, con la inquietud de la cercanía de unos perseguidores, Lens y Marsella, que no hace mucho parecían descartados, en la obligación que siente de ganar la Ligue 1 para reducir la decepción del año, saltó al campo a ganar cuanto antes su partido. Y cuando es así, no hay rival en Francia que logre soportarlo, por más que haya una reacción posterior como la que propuso, estrellada en los reflejos del portero italiano.
Sometido y replegado al principio, rebelde después, cuando el 0-1 ya era un hecho, el Niza se opuso con voracidad a la derrota, con una cantidad de ocasiones como para haber merecido el empate en algún momento, cuando ya iba por detrás en el marcador.
Tiene mérito el PSG al doblegarlo también. Enlazaba doce jornadas sin perder y había sufrido una derrota en sus últimos 20 partidos de la Ligue 1, hasta el 0-1 con el que lo superó el club parisino.
No le hizo falta una versión mínimamente reconocible de Mbappe, desconocido en sus regates, porque apenas le salió ninguno; desaparecido en el área, porque apenas entró en juego en su faceta tan determinante como es el remate; e insustancial en cada sector del campo, cuando es uno de los más dotados, quizá con la única excepción de Messi, como poco a su altura, para marcar las diferencias de medio campo hacia adelante. En el tiempo añadido, para culminar su lamentable encuentro, mandó a las nubes una ocasión clarísima.
Sí necesitó sobremanera a Donnarumma, que sostuvo el 0-1 al borde del descanso y más allá. Cuando el PSG se conformó con una renta tan escasa, tan peligrosa; cuando otorgó al Niza un margen del que no había dispuesto antes, apareció el portero, que lo paró todo, multiplicado, ágil, con una solvencia inusual para repeler la ofensiva. Hasta en cinco ocasiones le negó el gol a su contrincante, al menos dos con paradas asombrosas.
Sin Renato Sanches, lesionado en el minuto 12 (había reaparecido en marzo de un mes fuera de la competición), el PSG se mantuvo ganador por el portero italiano… Y por el larguero, por el poste y por la tecnología de la línea de gol. Aún dará muchas vueltas la imagen del balón sobre la línea en el remate de Dante en el comienzo del segundo tiempo, con 0-1; los milímetros que marcaron la fina línea entre el triunfo o la decepción del club parisino hasta el 0-2 de Ramos, que se elevó más que nadie y sentenció la victoria del líder.