NUEVA YORK (AP) — Naomi Osaka. Simone Biles. Dos prominentes mujeres afrodescendientes que soportan expectativas pocas veces vistas en los Juegos Olímpicos. Las dos enfrentaron encrucijadas en Tokio. Y ambas hablaron de las presiones y de su salud mental.
Luego de años de sacrificios y de intensa preparación, se espera que logren buenos resultados, sean fuertes y superen todas las adversidades. Deben empeñarse al máximo y a menudo se las juzga con más severidad que al resto si no rinden lo que se espera de ellas.
Por ello, cuando Natelegé Whaley, una neoyorquina, escuchó que deportistas de raza negra que competían en Tokio defendían su derecho a cuidar su salud mental, relegando las presiones del deporte del otro lado del mundo, tomó nota.
“Es algo muy fuerte”, dijo Whaley, quien es también afroestadounidense. “Muestran el camino y están haciendo que veamos a los deportistas como seres humanos y a las mujeres negras como humanas”.
Ser una mujer afroestadounidense joven no es sencillo, según varios expertos consultados por la Associated Press.
Los Juegos Olímpicos de Tokio podrían marcar el fin de una era en la que las mujeres de raza negra que son foco de la atención mundial se entregan de tal manera que no les queda nada, según Patrisse Cullors, activista y autora que cofundó el movimiento Black Lives Matter hace ocho años.
“Las mujeres negras no van a morir (para ser aceptadas por el público). No seguiremos siendo mártires”, afirmó Cullors. “Una medalla de oro no justifica perder la cabeza. Siento que Simone nos dice ‘soy más importante que esta competencia’”.
El mensaje de Biles caló hondo en Whaley, quien cocreó una serie de eventos en Nueva York llamada Brooklyn Recess, que busca preservar la cultura del “double dutch”, un salto de soga popular en la comunidad negra. Tempranamente Whaley y otra fundadora de Brooklyn Reces, Naima Moore-Turner, se dieron cuenta de que hablaban mucho de la salud mental y de su impacto en sus eventos.
“La gente dice, ’dejen que las mujeres de raza negra nos lideren, porque ellas saben de esto”, expresó Whaley, una escritora freelance de 32 años. “No sabemos porque somos seres supernaturales. Sabemos porque vivimos en lugares donde no tenemos otra opción que saber esas cosas”.
Michael Phelps, el deportista olímpico por excelencia, fue uno de los primeros que empezó a hablar de la salud mental en el deporte. Pero se retiró hace cinco años y no enfrentó las mismas presiones que soportan las mujeres de raza negra, sean deportistas o no. Las disparidades sociales, la violencia sexual, la brutalidad policial y la discriminación laboral.
Las deportistas de ascendencia afro tomaron la posta y dijeron que necesitaban proteger su salud mental. No pidieron permiso a nadie ni compasión. Exigieron respeto a su decisión.
“Hay que dar prioridad a la salud mental porque, de lo contrario, no vas a disfrutar de tu deporte y no vas a tener el éxito que buscas”, dijo Biles, de 24 años, tras retirarse de la competencia por equipos en Tokio el 27 de julio.
Priorizar el bienestar mental “demuestra lo fuerte que eres como competidora y la persona que eres, sin necesidad de tratar de competir disminuida”, agregó.
Naomi Osaka, de 23 años y ganadora de cuatro torneos grandes de tenis, expresó preocupación por su salud mental por primera vez en junio, cuando evitó hablar con la prensa en el Abierto de Francia, para después retirarse del torneo. No volvió a competir hasta los juegos de Tokio, donde cayó tempranamente y de nuevo se mostró preocupada por su bienestar.
“Hay demasiada presión en todo esto”, manifestó después de su revés. Semanas antes, había escrito en un artículo para la revista Time que “está bien no estar bien, y hablar de ello”.
La defensa de su bienestar personal a veces va acompañada de un activismo social.
Osaka se ha pronunciado en defensa de los derechos de los afroestadounidenses y en el US Open del año pasado usó tapabocas con los nombres de George Floyd, Ahmaud Arbery, Breonna Taylor y de otras personas de raza negra muertas a manos de la policía.