ESTAMBUL (AP) — Cualquier conjunto desearía tener las oportunidades claras que el Inter tuvo para anotar y empatar el encuentro en las postrimerías de la final de la Liga de Campeones.
El balón flotó lentamente de un lado al otro del arco del Manchester City a los 89 minutos, hacia la cabeza del delantero Romelu Lukaku, quien estaba apenas a unos cuatro metros de la línea de gol, con la puerta abierta.
Su frentazo hacia abajo dirigió el esférico al arquero Ederson, cuya pierna izquierda se estiró para salvar al City.
De algún modo, la ventaja de 1-0 permaneció intacta y, minutos después, el conjunto inglés era campeón de Europa por primera vez. Completó un inusitado triplete, con los títulos de la Liga Premier inglesa y de la copa.
“Me estoy preguntando todavía cómo es posible que no hayamos anotado al final”, reconoció el técnico del Inter, Simone Inzaghi. “Está claro que merecíamos más”.
Parecía inevitable que un delantero del calibre de Lukaku, goleador histórico de la selección de Bélgica, sacudiera las redes. Casi 20.000 seguidores del Inter, aglomerados en ese extremo del estadio, no podían creer que no lo consiguiera.
Fue uno de esos partidos para el Inter. Con todo, una serie de circunstancias habían dado al conjunto italiano, que no era favorito, una buena oportunidad de conseguir un cuarto título de Europa.
Kyle Walker, el mejor zaguero del City, no comenzó el encuentro, por una lesión. Kevin de Bruyne, el mejor mediocampista, abandonó la cancha antes de que concluyera el primer tiempo, por un problema en un muslo.
Erling Haaland, el delantero estelar, fue anulado buena parte del partido. Ederson, el portero, mostró dudas inusitadas en él durante la primera mitad.
Pero el Inter jamás estuvo cerca de anotar antes del descanso.
Luego, a minutos de haber quedado en desventaja por el tanto del mediocampista español Rodri a los 68, Inter no pudo convertir dos oportunidades seguidas. Fueron cabezazos francos a boca de gol.
Primero, Federico Dimarco se escabulló entre los defensas para elevar un cabezazo lento por encima de Ederson, quien cayó de espaldas mientras el balón rebotaba en el travesaño.
La pelota volvió hacia donde estaba Dimarco, quien se zambulló para enviarla directo al arco. Las piernas de Lukaku taparon el tiro.
“Estamos realmente molestos, muy disgustados por perder esta final”, reconoció Dimarco. “Nos quedamos muy decepcionados, porque jugamos ante el City como iguales”.
Hubo otros ataques armados por los Nerazzurri, con frecuencia con Lautaro Martínez como protagonista. El argentino disparó casi sin ángulo y Ederson atajó, en momentos en que Lukaku pedía a gritos el pase.
Al menos, Martínez puede sonreír en la retrospectiva de un año futbolístico que le deparó el título del Mundial con Argentina en Qatar.
Lukaku, en cambio, vio cómo la Liga de Campeones tenía una semejanza horripilante con el Mundial.
En los últimos minutos de un tenso partido de la fase de grupos, con el marcador empatado sin goles ante Croacia, un gol habría colocado a los belgas en los octavos de final.
Lukaku, quien ingresó entonces también como sustituto por otra lesión reciente, tuvo el balón a dos metros del arco. Pero la pelota simplemente le rebotó para quedar a merced del arquero croata.