En lo que el autobús retumbaba por una autopista de Tokio, los pasajeros podía atisban los anillos olímpicos que flotan sobre una barcaza en la bahía.
Los coloridos carteles de las tiendas en Kabukicho, el barrio rojo de la ciudad, pasaban fugazmente.
La Torre de Tokio brillaba, por un instante.
Los Juegos Olímpicos de Tokio, aplazados por la pandemia, están a horas de dar comienzo. Miles de atletas, dirigentes y periodistas arriban a una Tokio bajo estado de emergencia debido a un repunte de casos de COVID-19.
Para muchos de los visitantes que deben cumplir con un estricto protocolo sanitario, la única manera de captar algo de esta singular capital es desde el vehículo que traslada a los huéspedes desde la Villa Olímpica o los hoteles a una sede.
El fotógrafo de AP Jae C. Hong pasó horas dando vueltas en los buses exclusivos para los Juegos Olímpicos, tratando de tomarle el pulso del momento en Tokio cuando estas justas en una burbuja empiezan a tomar forma.
Para los japoneses, la vida sigue sin señales de que un masivo evento deportivo está por iniciar.
Los oficinistas con mascarillas por las calles; una pareja en un momento íntimo en una estación del metro, barbijo con barbijo; una anciana buscando alivio del calor lleva una pequeña toalla sobre su cabeza; un policía caminando bajo un rocío refrescante durante su patrulla.
La vista desde el autobús establece una separación, el bullicio de la ciudad es silenciado por las ventanas cerradas. Pero, con el paso del tiempo, si uno se fija bien, se puede sentir un vínculo con esta enorme metrópolis que es una mezcla de modernidad y tradición.