A Cruz Azul no se le podía escapar de nuevo. Tanto la luchó, tanto la buscó, que era imposible que sucediera de nuevo. La ayuda celestial, el milagro divino, todo sucedió a favor de La Máquina.
La espera fue larga. Tuvieron que pasar 23 años, 5 meses y 23 días, pero todo finalmente acabó para ellos. Santos no pudo seguir con la malaria y será recordado como el equipo que rompió con la sequía cementera.
La maldición fue destruida en el estadio Azteca, los fantasmas rondaron, pero no aparecieron. El estigma de subcampeón quedó en el olvido.
La novena es de Cruz Azul. ¡El Guard1anes 2021 fue el bueno!
Cruz Azul utilizó su cuadro de lujo, el de gala, digno de una final. El técnico Juan Reynoso entendió que se jugaban el todo por el todo y no hizo ningún experimento. Sus rotaciones acostumbradas lo obligaron a mandar a sus mejores hombres, los que le dieron resultados óptimos en todo el torneo.
Santos no cambió mucho. Su intención fue clara, revertirlo todo era su objetivo, por ello, Guillermo Almada no especuló y, al igual que su homólogo, envió el mejor arsenal que pudo.
El entorno, la historia, hizo favorita a La Máquina, pero todo comenzó al revés, como un guión completamente equivocado.
El conjunto lagunero, con ese espíritu guerrero, hizo lo suyo, con todo en contra, sin reflectores, pero con muchas ganas y deseos. Esa fue la diferencia en el primer tiempo.
La visita fue abucheada en grandes decibeles. Esa fue la motivación que necesitaban. La presión les gustó, no los asustó ni un poco y dominaron las acciones a placer. El mismo tenor que en la ida, lo hicieron mejor. Los pupilos de Almada presionaron, buscaron, quisieron, le mando un claro mensaje a su rival: no te tengo miedo ni en tu casa.
Reynoso, desesperado, se dio cuenta que estaba perdiendo la partida. Por eso no dejó de gritar, pidió adelantarseca Guillermo Fernández y Rafael Baca, hasta mandó a calentar a Yoshimar Yotún y Walter Montoya, y todavía no corrían ni 25 minutos de juego.
Los celestes parecían no tener prisa y se dedico a cuidar su ventaja. ¡Grave error! Los nervios los pusieron contra las cuerdas. Nunca propuso, no quiso rematar la serie, el retador no era cualquiera.
La afición se dio cuenta que tenía que actuar. El «yo soy celeste» se escuchó por cada rincón del Coloso de Santa Úrsula, pero no fue suficiente. Sus jugadores en el campo no tenían salida, su claridad fue nula.
Lo inevitable llegó. Era de esperarse y muchos lo vieron venir, menos Cruz Azul. El jugarse a defender le salió caro, su parado táctico no ayudó. Diego Valdés mostró su magia. El chileno recibió, se deshizo de la marca del Cata Domínguez y mandó un disparo que se incrustó en la red. ¡Golazo de Santos!
Jesús Corona no había tenido mucho trabajo, pero no pudo hacer nada para detenerlo. La ventaja fue para quien lo buscó, no para quien especuló.
Los cementeros recibieron una cruel bofetada, casi necesaria para saber si despertaba. Los fantasmas tocaron la puerta del Azteca, pero seguían afuera.
El complemento fue distinto. La Máquina se encarriló, tuvo más enjundia. Todo pareció psicológico. Tuvo que estar contra las cuerdas para que mostrara su mejor versión. La nueva actitud y un nuevo sistema dio resultados.
Una jugada de tiro de esquina de los visitantes, terminó en los pies de Jonathan Rodríguez, del otro lado del terreno. Cabecita recibió la habilitación de Yotún, y el uruguayo no falló. La jugada se revisó en el VAR, Pol Fernández estaba adelantado, pero el videoarbitraje no consideró que hiciera por el balón. Anotación válida y que que tuvo olor a novena.
Los últimos 10 minutos fueron de locura. El partido fue de ida y vuelta, pero Santos ya no pudo hacer nada, ni con conato de bronca incluido.
Cruz Azul se llevó el torneo, la justicia se dio y se confirmó como el mejor de todos.