Un torneo llamado a unir al continente podría terminar sacando a la luz las divisiones e incertidumbres que enfrenta Europa.
El ambicioso plan de distribuir el Campeonato Europeo de fútbol entre más sedes que nunca planteó a los organizadores más retos logísticos que de costumbre.
Hay restricciones por el coronavirus en las 11 subsedes, donde se jugarán los 51 partidos, lo que limita la cantidad de gente y sus movimientos, en el que será el evento deportivo más grande desde que comenzó la pandemia hace 15 meses.
Se permitirá una cantidad reducida de aficionados en los estadios y no habrá hinchas del equipo visitante, lo que puede afectar la atmósfera que rodea los partidos en una justa continental que debe celebrar seis décadas de la Eurocopa y que ya fue demorada un año por el COVID-19.
Ganar y perder es solo una de las preocupaciones de los 24 equipos. El solo hecho de salir a la cancha puede inquietar a los jugadores. Después de todo, España y Suecia enfrentan brotes del virus.
El brote en el equipo español hizo que se formase esta semana un segundo plantel en una “burbuja paralela” y que podría salir a la cancha si la selección es marginada por pruebas positivas o el requisito de aislarse.
“Es una situación desagradable para cualquiera”, dijo el zaguero español Jordi Alba, ejerciendo temporalmente como capitán de España mientras Sergio Busquets cumple una cuarentena. “Estamos muy tranquilos y cumpliendo todas las normas. Tenemos que seguir y adaptarnos a esta situación. Y esperar a que no haya más”.
No todos los equipos están vacunados, por lo que es imperioso proteger las “burbujas” creadas para aislar a los jugadores y el personal de apoyo, especialmente cuando hay que viajar de un país a otro, de Escocia en el oeste a Azerbaiyán en el este, de Rusia en el norte a Italia en el sur.
El partido inaugural lo disputarán el viernes Italia y Turquía en Roma. La sede más activa será Wembley, donde se disputarán siete encuentros, incluida una semifinal y la final. Inglaterra debutará allí contra Croacia el domingo.
La posibilidad de que Inglaterra levante su primer trofeo grande desde la Copa Mundial de 1966 debería ser un momento para disfrutar. Pero una campaña contra el racismo generó fisuras entre los aficionados y algunos abuchearon a jugadores que apoyaron una rodilla en el piso en señal de solidaridad con la lucha contra el racismo en los partidos en los que se admitió público el mes pasado.
“Si todavía hay gente que abuchea porque denunciamos el racismo, eso quiere decir que seguimos teniendo un problema que debemos combatir unidos”, declaró el subcapitán inglés Jordan Henderson.
Las causas sociales no son los únicos factores que generan divisiones. Con frecuencia los partidos ofrecen una tribuna para airear reclamos diplomáticos.
La casaca amarilla y azul de Ucrania enfureció a los rusos pues incluye un mapa de la región de Crimea anexada por Rusia en el 2014.
La UEFA autorizó a Ucrania a mantener el mapa en vista de que la anexión rusa fue considerada ilegal por las leyes internacionales, pero tuvo que retirar la frase “gloria a los héroes” porque se estimó que constituía un mensaje “claramente político, de significado histórico y militar”.
El cierre del torneo tendrá lugar en Wembley, posiblemente ante un lleno de 90.000 espectadores si Inglaterra levanta más restricciones a la cantidad de aficionados.
La UEFA espera que cuando empiece a correr la pelota, la atención se enfoque en cosas más livianas, como los debuts en el torneo de Finlandia y Macedonia del Norte.
En si Cristiano Ronaldo volverá a levantar el trofeo. O si logrará los seis goles que necesita para batir el récord de tantos con una selección en poder del iraní Ali Daei, quien marcó 109.
Cinco años después de su sorpresiva coronación en París ante la misma Francia, Portugal parece más fuerte todavía. Sin embargo, enfrenta la dura tarea de sobrevivir a un grupo durísimo, con Alemania, Hungría y, otra vez, Francia. Les Blues tienen un formidable potencial ofensivo con Kylian Mbappé, Antoine Griezmann y Karim Benzema, quien regresó al equipo tras un exilio de casi seis años.
El Grupo de la Muerte indicará también si Alemania se recuperó de su humillante eliminación en la primera ronda de la Copa Mundial del 2018. Venía de ganar la de cuatro años atrás.
También habrá que ver cuánto aguantan los físicos de los jugadores, muy desgastados por el intenso ajetreo de los últimos meses, en que se trató de recuperar el tiempo perdido por la pandemia