Por Marco Antonio Domínguez Niebla / AGP Deportes
Escucho a uno de esos charlatanes de la televisión, gritones de moda idolatrados por las nuevas generaciones, decir que el América es el único ente exigente del futbol mexicano (o una jalada similar).
Lo dice, para ser visto y seguido en redes sociales, de un equipo sin títulos por cuatro años. Y cada uno de esos cuatro años con un par de torneos en disputa.
Y lo dice del equipo dirigido por un entrenador interino que aprovechó su racha positiva al tomar el cargo, con el lógico envión anímico que atrajo victorias.
Aquella racha duró hasta la hora de la verdad, la del matar o morir, cuando en la semifinal encontró a un verdadero equipo dirigido por un verdadero entrenador, el Pachuca, que detuvo en seco el vuelo del águila. Faltando 45 minutos de esa eliminatoria, el segundo finalista y rival del campeón Atlas, ya estaba decidido.
La directiva del supuesto equipo al que no se le perdona no ser campeón cada torneo, decidió como directiva de equipo al que le basta una racha de victorias para calificar en cuarto u octavo o décimo segundo lugar de la general.
En consecuencia fue renovado el Tano Ortiz. Bueno, bonito y barato.
Sí, el equipo conducido en su momento por Reinoso, Vieyra, Beenhakker, Bielsa, La Volpe, Basile, Lapuente, Carrillo y Herrera, en manos del técnico que dejó la Sub 20 para tomar al primer plantel de la institución con mayor cantidad de títulos en el futbol mexicano.
El torneo posterior al de su interinato ha sido irregular, mediocre: dos victorias en seis juegos, una de último minuto jugando desde el primer tiempo con uno más contra el líder Toluca en el Azteca y la otra apelando a la suerte y al eterno salvador, Ochoa, heroico frente a cada amenaza del triste Bravos de Juárez, en el mismísimo Azteca, con todo y penal errado por el último equipo que pagó la multa más pesada de entre los que merecerían jugar el ascenso.
Pero el técnico no es el único culpable. A él lo ratificó Santiago Baños, el directivo que en dos años no ha podido contratar un atacante por derecha medianamente digno (porque lo de Jürgen Damm y Juan Otero digno no ha sido). Tampoco ha podido renovar una plantilla en la que siguen controlando el vestuario ex jugadores en activo como Miguel Layún y Bruno Valdez, o aquellos que han entregado minutos de calidad en años de permanencia, como Roger y Cáceres, Viñas y Jona. Ya ni qué decir del 9 que no llegó, un Berterame o un Furch o un Ibáñez, en espera de que Henry tenga más noches como la del domingo, con par de chispazos ante el Juárez, buenos para garantizar otros cuantos torneos como el “hombre gol azulcrema”.
Porque Cabecita, todavía de vacaciones en Coapa a casi ocho fechas de competencia, no es 9 ni tampoco ha sido respuesta a la falta de gol. Y Araujo, traído desde Europa para solucionar los problemas en el fondo, la hizo de espectador los últimos minutos en que el Juárez llegaba a placer.
Mientras tanto, engañémonos vociferando que somos el más grande por empatar la cascarita ante el campeón europeo Real Madrid o que se perdió por uno ante el City y el Chelsea. Y consolémonos viendo al adversario histórico en un caos similar: técnico interino e inexperto (pero bueno, bonito y barato), refuerzos elegidos con los ojos cerrados y una directiva sin el dinero de antes pero con la incapacidad de siempre.
Ustedes disculparán el tono de despecho aplicado a este texto, escrito en espera de que contra Pumas inicie una racha de esas que ponen a cualquiera en posición de liguilla, con tan solo encadenar dos triunfos.
Y entonces, como si de verdad nos la creyéramos, repitamos lo de cada semestre: Cuidado con el América.