ROSARIO, Argentina (AP) — Fernanda Quiroga aún recuerda a Lionel Messi jugar al fútbol en lo que entonces eran calles de tierra de su barrio de clase trabajadora de Rosario, la tercera ciudad más grande de Argentina.
“Siempre estaba pateando alguna pelota, una tapita”, dijo Quiroga, de 35 años, la misma edad del capitán de la selección argentina. “Yo el recuerdo que tengo de él, porque vivía en frente de casa, era salir a comprar facturas (pasteles) a lo de su abuela, a la vuelta y siempre pateando algo”.
La expectativa por la final de la Copa del Mundo el domingo, en la que Argentina se enfrentará a Francia, la defensora del título, en Qatar, aumenta rápidamente y la ansiedad es especialmente alta en la ciudad natal de Messi, ya que muchos esperan que éste sea el año en que gane por fin el único gran trofeo que le ha faltado a su ilustre carrera.
“Por lo que se dice es el último Mundial de Leo, aunque a todos nos pese y entonces estamos todos esperando que lo gane, creo que es más por él que por la selección misma”, opinó Quiroga. “Creo que esta vez el peso más grande es porque queremos que él lo consiga, porque lo que generó es mucho cariño y mucho respeto”.
Tras vencer a Croacia en semifinales el martes, Messi dijo que el partido del domingo sería probablemente su último en un Mundial.
El barrio, conocido popularmente como “La Bajada”, se ha convertido en una especie de santuario dedicado a Messi, con coloridos murales y grafitis.
“De otra galaxia y de mi barrio”, reza uno de ellos. Un gran mural de Messi mirando al cielo está pintado en el lateral de su antiguo hogar, que aún pertenece a su familia.
“Era ‘picantito’ (calentón) el chiquitito, si se enojaba te agarraba la pelota y te la llevaba”, recordó Marcelo Almada, un obrero de la construcción de 37 años que solía jugar al fútbol con Messi en las calles del barrio en el que todavía vive. “No le gustaba perder … pero era muy buen pibe (niño)”.
Con el Mundial, el barrio de la infancia de Messi explotó. “Nosotros somos como hermanos acá”, indicó el vecino, señalando que después de cada victoria argentina la gente celebra en las calles hasta altas horas de la madrugada.
El barrio también se ha convertido en un lugar de peregrinación para aficionados de todo el mundo que acuden a visitar la antigua casa de Messi y la pequeña cancha de tierra de la esquina, donde empezó a patear la pelota antes de convertirse en uno de mejores jugadores de todos los tiempos.
“He sido fan del Barcelona y de Messi desde que era pequeño … mi sueño es ver a Messi ganar (el Mundial)”, dijo Niv Reznik, un israelí de 23 años que viajó a Argentina junto a amigos para ver el torneo desde la patria del astro que jugó 17 temporadas en el Barcelona.
Cuando Reznik y sus amigos llegaron a casa de Messi, uno de ellos se arrodilló y agitó las manos en señal de adoración.
Andrea Sosa, maestra de matemáticas y ciencias de Messi en 5to y 6to grado de la escuela, también desea su victoria.
“El era un alumno tranquilo, cumplidor con sus actividades, responsable con lo que tenía que hacer para la escuela y muy querido por sus compañeros … fundamentalmente para compartir los momentos de recreo y jugar a la pelota”, lo recordó Sosa en una de las aulas de la escuela. “Estaba muy concentrado en el fútbol”.
Ganar el domingo “sería como la frutillita (sic) a la torta que le falta. Ojalá que lo logre, pero ha hecho lo suficiente ya como para que sea reconocido y querido por todos”,
Los alumnos viven el Mundial “con una pasión hermosa” y quieren que Argentina gane “por Messi”, dijo Milena Fernández, de 13 años, que estaba frente a un gran mural del astro en la escuela.
Messi y la selección han conseguido despertar la esperanza y el optimismo de los argentinos en un país que lleva años sumido en el marasmo económico, con una de las tasas de inflación más altas del mundo, que roza el 100% anual, y donde cerca de cuatro de cada diez personas viven en la pobreza.
“Todo el mundo quiere que Messi gane y eso genera una comunión, una sensación muy placentera y muy poco frecuente en la Argentina, que vive peleada, dividida, enojada, frustrada”, resaltó Diego Schwarzstein, el endocrinólogo que trató a Messi por una deficiencia de la hormona del crecimiento hasta que se marchó al Barcelona a los 13 años cuando el club europeo prometió pagar su costoso tratamiento.
En Rosario, una ciudad marcada por la violencia del narcotráfico, esa sensación parece aún más cruda.
“Uno se olvida un poco de los asesinatos, los robos, y las otras cosas que están pasando … esto (por el Mundial) nos distrae un poquito”, enfatizó Sosa.
No se trata sólo de una distracción. Para quienes han seguido la carrera de Messi desde el principio, una victoria el domingo significaría la culminación del trabajo de toda una vida.
“Por más que él ahora sea un rockstar y tenga una familia divina, una mujer preciosa, una cuenta bancaria abultada y la popularidad, su camino no fue un lecho de rosas”, advirtió el médico. “Los que conocemos este camino y sabemos la importancia que esta copa tiene para él, queremos profundamente que la pueda tener”.
En La Bajada, los vecinos tienen la esperanza de que si Messi gana el domingo vuelva a su antiguo hogar de visita.
“Todos tenemos el sueño de que él vuelva”, declaró Sosa.“Es un anhelo muy grande, sobre todo para los más chiquitos que escuchan que todos lo conocimos y ellos también quieren conocerlo. Hay una expectativa muy grande y yo creo que en algún momento se va a dar…Esta es su casa, es la casa de la familia, esperemos que pase”.