Jaime Jarrín se despide con un Juego de Estrellas

Narrar su primer juego para los Dodgers en Los Ángeles, por allá en 1959. La “Fernandomanía” en los 80. Ver a Sandy Koufax lanzar un juego perfecto y encargarse de ganar el juego que sentenció una Serie Mundial en los 60. Y aquel jonrón de un renqueante Kirk Gibson en el primer juego de la Serie Mundial de 1988.

En resumen, Jaime Jarrín lo ha visto todo trabajando como la voz en español de la franquicia — todo un caudal de conocimiento y vivencias del béisbol. El Dodger Stadium, inaugurado en 1962, pasó a ser su segunda casa.

Sesenta años después, el estadio será escenario por segunda vez de un Juego de Estrellas, algo que se cristaliza en la 64ta y última temporada del ecuatoriano de 86 años.

“Estoy afortunado en verdad de terminar mi carrera con los Dodgers este año, acabando una espera muy prolongada, un espera de 42 años, con un Juego de Estrellas aquí en Los Ángeles”, dijo Jarrín en una entrevista con The Associated Press.

“Estoy cerrando con broche de oro”, añadió.

La voz profunda de barítono sigue intacta. También la frase que se convirtió en su sello de presentación cuando se emociona cada vez que un bateador conecta un jonrón: “La pelota se va, se va, se va, y despídala con un beso”.

Es lo que llevó a Jarrín a ser exaltado al Salón de la Fama del Béisbol en 1998.

También fue locutor de los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 1984 y de peleas de boxeo, incluyendo el mítico combate ente Muhammad Ali y Joe Frazier por el cetro del peso pesado en Manila.

¿Nostalgia en la recta final de semejante carrera al frente de los micrófonos, una que empezó siendo un jovencito en Quito?

“Son 64 años consecutivos trabajando con los Dodgers, pero llegó el momento propicio para cambiar cosas en mi vida, dedicar más tiempo con la familia y viajar”, dijo Jarrín. “La nostalgia vendrá sobre todo en los últimos días. Tendré problemas para detener el llanto. Yo soy muy sentimental”.

Jarrín se maravilla con todo lo que ha cambiado desde que llegó a Estados Unidos en 1955. En sus primeros días, las voces en español de los Dodgers no acompañaban al equipo en sus giras, por lo que se quedaban en un estudio en Los Ángeles, siguiendo la narración en inglés para luego hacer el relato en español.

De narrar las proezas del zurdo mexicano Fernando Valenzuela como lanzador de los Dodgers entre 1980-1990, a tenerlo hoy en día como colega de cabina en las transmisiones radiales.

Lo más llamativo ha sido atestiguar cómo el estadio de los Dodgers tiene ahora un sabor latinoamericano.

“Recuerdo cuando yo empecé en 1959, los latinos en particular eran un 8% de los acudían al Coliseo de Los Ángeles. Ahora el porcentaje ha subido al 42 y hasta el 46%”, contó. “Cuando yo yomo un descanso en el cuarto inning, suelo recorrer algunas secciones del estadio para ver como está el ambiente y la gran sorpresa es que en muchos sectores del estadio escucho más español que inglés”.

“La afluiencia del latino al béisbol es algo maravilloso. Creo es el segmento de población que más ha venido apoyando al béisbol y particularmente en el sur de California”, añadió.

Cumplido el Juego de Estrellas, Jarrín sabe que los Dodgers le preparan un último gran homenaje para despedirle al final de la temporada.

Suspira con que la temporada se estire y estire hasta el final de octubre y los primeros días de noviembre.

“Ahora espero que los Dodgers me despidan con una Serie Mundial”, dijo.

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