El extenista alemán Boris Becker es juzgado a partir del lunes en Londres por haber presuntamente ocultado bienes cuando se declaró en bancarrota, último giro en la problemática carrera del que fuera número uno del mundo, que intenta evitar la cárcel.
Vestido con un abrigo oscuro y una bufanda morada, Becker llegó por la mañana al Tribunal de la Corona de Southwark, en el sur de la capital británica, acusado de ocultar sus trofeos de Wimbledon y del Abierto de Australia, varias propiedades y unos 1,8 millones de libras (2,3 millones de dólares).
Cuando en junio de 2017 se declaró en quiebra, sus deudas se estimaban en unos 50 millones de libras.
El alemán, ganador de seis títulos de Grand Slam, un oro olímpico en Barcelona 1992 (en dobles) y primera raqueta del mundo en 1991, se enfrenta a un máximo de siete años de cárcel si es declarado culpable.
En las audiencias preliminares, Becker fue acusado de tener un apartamento en el lujoso barrio londinense de Chelsea y dos propiedades en Alemania que no fueron declaradas entre junio y octubre de 2017.
Se le acusa también de sustraer cientos de miles de libras transfiriéndolas a otras cuentas, entre ellas la de su exmujer Barbara Becker y la de su esposa Sharlely Becker, de la que está separado.
El extenista habría ocultado asimismo acciones en la empresa de inteligencia artificial Breaking Data Corp y sus trofeos de tenis.
Becker, de 54 años, niega todos estos cargos. Y, aunque vive en Londres y su abogado reconoce que su inglés es «muy bueno», ha previsto utilizar un intérprete para declarar en el juicio, que debe durar tres semanas.
– Vida turbulenta –
Una de las personalidades más problemáticas del mundo del tenis, Becker irrumpió con solo 17 años en 1985 cuando se convirtió en el campeón individual más joven de Wimbledon, cuyo público lo adoptó rápidamente como su jugador predilecto por su juego dinámico y su entusiasmo juvenil, que se reflejaba en su afición por realizar espectaculares voleas.
Su feroz saque le valió el apodo de «Baby Boom Boom» y «Der Bomber».
Un año después, defendió con éxito su título de Wimbledon, derrotando al número uno del mundo, Ivan Lendl, en la final.
En 1989, ganó Wimbledon por tercera vez y se adjudicó su primer título del Abierto de Estados Unidos.
Pero tras llegar al número uno del mundo dos años después, inició su declive: propenso a los arrebatos emocionales, perdía con frecuencia partidos que estaban a su alcance y era multado por romper su raqueta, mostrando una personalidad volátil que le dificultó el mantenerse en la cima del tenis.
En 1993, tuvo problemas fiscales con el gobierno alemán y su última final de Wimbledon acabó en derrota contra Pete Sampras en 1995.
Levantó su último título de Grand Slam en el Abierto de Australia de 1996 antes de retirarse tres años después.
Siguió en contacto con el tenis como comentarista de televisión y fue entrenador de Novak Djokovic de 2013 a 2016, ayudando al serbio a desafiar con éxito el dominio de Roger Federer y Rafael Nadal.
Pero su vida privada fue turbulenta, con rupturas matrimoniales y un extraño incidente en el que afirmó ser el representante para el deporte, la cultura y los asuntos humanitarios de la República Centroafricana ante la Unión Europea.
Su abogado defendió que esto le otorgaba inmunidad diplomática ante acusaciones de impago de nuevas deudas, pero acabó retirando dicha reivindicación.
En 2002, un tribunal en la ciudad alemana de Múnich condenó a Becker a una pena en suspenso de dos años de cárcel y a una multa de 300.000 euros (330.000 dólares) por evasión fiscal de unos 1,7 millones de euros.