LONDRES (AP) — Apodados los “Goleadores Mellizos” durante la época en que jugaban, Roberto Mancini y Gianluca Vialli siguen asociándose para ganar partidos. Esta vez lo hacen coordinando la estrategia de la selección italiana.
El martes, cuando Italia venció a España por penales en la semifinal de la Eurocopa, Mancini se abrazó jubiloso con Vialli en la cancha de Wembley.
“Gianluca y yo nos hemos conocido por mucho tiempo, así que es natural que nuestra relación sea diferente”, dijo Mancini, quien es ahora entrenador de la selección. “No digo que hayamos crecido juntos, pero casi. Pasamos muchos años juntos, y tenemos una relación que va más allá de la amistad. Es verdaderamente como un hermano para mí”.
Los dos han tenido éxitos y fracasos en Wembley.
Eran compañeros en la Sampdoria en 1992, cuando cayeron ante el Barcelona en la final de la Copa de Campeones de Europa de 1992 en este mismo estadio londinense. Fue el último partido que jugaron juntos tras ocho años en el club italiano, al que condujeron hacia sus únicos dos títulos de liga, cuatro cetros de la Copa Italia y uno de Recopa.
Luego llegaron éxitos para cada cual en Wembley. Vialli ganó la Copa de la FA como técnico del Chelsea en 2000 y Mancini hizo lo propio con el Manchester City en 2011.
Los dos se reencontraron en 2019, cuando Mancini nombró a Vialli como jefe de delegación de la selección italiana. Poco antes, Vialli había anunciado públicamente que se había recuperado de una segunda batalla contra el cáncer pancreático.
La ecuanimidad de Vialli contrasta con la explosividad ocasional de Mancini. Esa serenidad le permite trabajar con jugadores, miembros del cuerpo técnico y personal de apoyo, para compartir su experiencia.
Cualquier cosa que estén haciendo los dos está resultando.
Italia quedó fuera del Mundial de 2018, una vergüenza para un equipo que ha ganado ese torneo cuatro veces y que siempre espera competir. Pero sólo tres años después, la combinación Mancini-Vialli ha conducido a Italia a la victoria sobre España y a la final de la Euro 2020.
El martes, cuando Mancini y Vialli corrieron jubilosos hacia la cancha, pareció que celebraban más que una victoria en un partido.